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Wednesday, November 09, 2005

Depresión y melancolía
Como un separado del llamado trastorno depresivo mayor ha permanecido dentro de las clasificaciones el diagnóstico de depresión con características melancólicas. Para ello se requieren los criterios establecidos para el trastorno depresivo mayor y características adicionales que hacen referencia a una mayor severidad y endogenicidad (propio de lo interno y con pérdida de reactividad a estímulos antes llamativos). El concepto de endógeno y reactivo fue utilizado ampliamente hasta finales de los 70. y se buscaba diferenciar aquellos cuadros depresivos con poca participación de aspectos psicosociales, alteración marcada de pruebas biológicas y mayor respuesta a los antidepresivos (depresión endógena), de los que se presentaban en respuesta a situaciones psicosociales claramente determinadas, con pocas alteraciones en pruebas biológicas y de mayor respuesta a las psicoterapias (depresión reactiva). Otros síntomas que caracterizan este subtipo de depresión mayor son: empeoramiento matutino, insomnio temprano, marcado retardo o agitación psicomotora, anorexia significativa o disminución de peso (más del 5% del peso corporal en 1 mes y excesiva o inapropiada culpa).
En nuestra vida diaria normal experimentamos a menudo sensaciones de satisfacción que nos gratifican: ganar una contienda o un premio u obtener un trabajo, hecho que nos puede llevar en extremo a la “Euforia”. En lo contrario todo aquello que no hemos ganado, o hemos perdido en lo material o espiritual, nos hace experimentar la “Tristeza”, que en extremo, se transforma en profunda pena o “Melancolía”. Normalmente manejamos nuestras vidas, alrededor de estos “Estados de Humor”, y nuestro Cerebro descarga y controla, dentro de estos estados, secreciones hormonales e intermediarios químicos, que van a manejar nuestras reacciones o respuestas, físicas y mentales; Esto, nos permite, constantemente y de manera saludable, recuperarnos y equilibrarnos de nuevo. Los estados, que hacen que predomine en el tiempo la acción de ciertas sustancias constituyen los estados de Euforia o Melancolía, y nos están indicando iniciales de los trastornos del ánimo.
También algunas son Reacciones Transitorias Depresivas, que se suscitan en el duelo (pérdida de un ser querido), la pérdida del trabajo, la jubilación o retiro, ciertos aniversarios, las vacaciones, después del parto, antes de la menstruación, la emigración, la inmigración, entre otras. Pero cuando se trastoca el ánimo de manera seria y permanente, aparece la Enfermedad, cuando la tristeza o la euforia es demasiado intensa y supera el impacto normalmente esperado.
Tengamos presente, que por lo menos, 25% de las personas en el Mundo, presentan algún Trastorno del Humor, y este solamente es identificable, o por sus síntomas muy evidentes o por que el paciente reconoce y acepta su enfermedad, en sólo un 10%. Pero sólo algunos se enferman y otros no dado que existen factores de riesgo, como los genéticos en caso de trastornos hereditarios o predisponente como el ambiente emocional familiar adverso, el maltrato infantil de los padres o familiares, las drogas y el alcoholismo. El desenlace de una Depresión no tratada, o mal tratada, es inevitablemente el Suicidio.
Sin embargo los pacientes con melancolía responden bien a los antidepresivos y poco a los tratamientos psicosociales solos. El retardo psicomotor, la falta de reactividad afectiva y la anhedonia, son consideradas características que predicen una buena respuesta a los antidepresivos. Esto agregado a la rápida evolución de fármacos en los últimos diez años, donde han aparecido medicamentos cada vez más inocuos y seguros.


La melancolía es un tipo de depresión muy concreto. De todas las depresiones, entre el 20 y el 25 por ciento son melancólicas, siendo las épocas del otoño y de la primavera cuando las personas son más proclives a padecer esta enfermedad. Se define como una depresión clínica caracterizada por su gravedad y persistencia. A medida que el estado de ánimo empeora, aparecen más intentos de suicidio, trastornos del sueño y del apetito, cambios psicomotores que hacen que el enfermo actúe más lentamente o ideas delirantes de culpa o hipocondría.